Ñawpa rimaykuna
Cuentos y leyendas
Sara
wachariy
El origen del maíz
Dicen que desde la antigüedad los kichwas podían platicar con las estrellas.

Empezaron a organizarse en grupos de vigilancia para resguardar sus terrenos. Una noche un joven fue el encargado de realizar la ronda nocturna por lo que se escondió en las totoras del lago para así sorprender al ladrón.
A media noche aparecieron varias jóvenes indígenas, el muchacho hizo sonar rápidamente la campana que el jefe de la comunidad le había otorgado y ellas al escuchar aquel ensordecedor sonido huyeron apresuradamente entre la penumbra de la noche, pero una de las muchachas cayo? y el joven fue a su captura.
Cuando el joven la vio sentada entre el pasto y las flores del campo de inmediato supo que ella no era de este mundo, una luz cálida emergía de ser, iluminado todo lo que se encontraba a su alrededor, cautivado por su mirada tierna e inocente y una hermosa sonrisa que se dibujaba en su rostro el joven le ofreció su poncho para que se resguardara del frio que azotaba a esas horas de la noche. La joven tomo la prenda con mucho agrado se resguardó, el joven aunque atónito y sorprendido no apartaba su mirada de aquella bella joven que apareció esa noche a la mitad de los cultivos.
Dicen que la gente kichwa puede hablar con las estrellas.
Mientras contemplaban las estrellas, acostados sobre las flores del campo se escuchó a lo lejos a los comuneros acercándose rápidamente cargados con azadones y palos dispuestos a castigar a aquella persona que destruye sus sembríos por la noche.


El joven se quedó alucinado y no pudo explicar lo que había sucedido a todos sus compañeros comuneros, que al llegar al sitio solo encontraron al muchacho ubicado en la mitad de los cultivos mirando al cielo.
Al siguiente día con los primero rayos del alba emprendió el viaje hacia el cerro Imbabura, en busca del padre cóndor para que le ayudara a llegar a donde se encontraban las estrellas que habían huido hacia la tierra
La travesía fue agotadora y llena de peligros, pero al llegar a la cima y contemplar la bella figura del cóndor que majestuosamente se imponía con los rayos del sol iluminando todo su plumaje mientras contemplaba el horizonte plácidamente ubicado en la roca más alta del cerro. Con una mirada estupefacta el muchacho rogó porque lo ayudase, el cóndor en señal de afirmación extendió sus alas indicándole que suba a su espalda para emprender el viaje al lugar donde la joven estrella habitaba.
Al sobrevolar las nubes una mágica tierra apareció ente los ojos asombrados del joven indígena, un lugar tenía campos llenos de plantas con frutos del color de los rayos del sol, aunque muy sorprendido por estar presenciando tal regalo de la naturaleza, el joven tenía su concentración puesta en una pequeña casa que se podía divisar a lo lejos, porque en ese lugar sentía inexplicablemente que se encontraba su amada.
Los enamorados se encontraron y terminaron viviendo juntos, todos los días alimentándose de los granos de esa extraña planta que la estrella llamó maíz.
Cierta ocasión el joven sintió la necesidad de volver a su hogar para reencontrarse con sus padres, su amada estrella antes de que él emprendiera el viaje de retorno montado una vez más en su amigo el cóndor, le brindó una pequeña bolsa llena de granos de maíz para que lo llevara a su pueblo, el joven partió y una vez que este se encontraba sobrevolando las comunidades de Otavalo tomó los granos de maíz y los lanzó hacia los terrenos fértiles y listos para el cultivo.
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